No existe reflexión sobre el proceso psicoanalítico que no parta del
examen de su célula básica:
la sesión de análisis.
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Si de tanto en tanto el analista quiere saber en qué punto está o,
mejor dicho, en qué punto está el paciente con él, no tiene nada mejor que
preguntarse qué piensa él mismo de la
calidad del trabajo realizado en sesión,…el mejor criterio sigue siendo la
fecundidad potencial de la sesión….lo que nosotros llamamos generatividad del proceso durante la
sesión.
“…en el análisis, es como si el calor y el frío se necesitaran: cuanto
mas calientes estén las cosas, mas se confrontará el paciente con un doble
deseo contradictorio de enfriar, apagar y hasta frenar el conflicto
volviéndoles la espalda a sus propias creaciones y de aceptar que el
sufrimiento conflictivo se reavive para poder ir adelante, analizarlo y
superarlo.
Aquí la actitud del analista también es importante para el desarrollo
de este (proceso analítico)…desarrollo
que él mismo puede facilitar, contrariar, estimular o refrenar hasta
extinguirlo.
Lo importante de alcanzar es esa actitud de neutralidad benévola
clásicamente recomendada…Receptividad, disponibilidad y humor parejo forman
parte, sin lugar a dudas, de un analista ideal que sólo existe en los libros y
en la cabeza del analista. Sin embargo cuando decimos receptividad y
disponibilidad, no nos estamos refiriendo sólo a la simple apertura del
analista a las palabras del paciente ni a la recepción favorable de sus
proyecciones…Hablamos también de receptibilidad y disponibilidad del analista
para con sus propias producciones inconscientes (con ese paciente en
particular), que no sólo deberá tolerar
sino también entender.
De “Ideas directrices
para un psicoanálisis contemporáneo”-Año 2003-